lunes, 14 de diciembre de 2009

Lección #36: ¿Están hablando de mí?

Tipo: Actitud
Nombre científico: Paranoicus severus
Nombre vulgar:
Perseguido


Mostrar un comportamiento paranoico es quizá uno de los más eficientes modos de alejar a los invasores de nuestro sagrado espacio. El perseguido es sin lugar a dudas un ser insoportable, y mientras más cosas lo hagan ponerse a la defensiva, mayor será la fortaleza de su atmósfera personal.

Un buen punto de partida es llegar al lugar de los hechos –cumpleaños, asado, bautizo, todo evento sirve- preguntando por qué estaban hablando de usted. Ante las caras de asombro, simplemente refuerce su idea, con frases como “no se hagan los tontos, yo sé que me estaban pelando” o “claro, ahora hacen como que son mis amigos, pero los escuché cuando hablaban mal de mí”. Luego de eso, intégrese a la conversación como si nada hubiese pasado.

Luego de un rato tranquilo –siempre es conveniente dar una impresión algo desequilibrada- comente (invente, si es necesario) todas las cosas malas que le han pasado últimamente, y cómo cada una de ellas se debe a la persecución que sufre por parte de su jefe y compañeros de trabajo. Repita el proceso con historias familiares, deportivas, sociales, lo que sea. Lo importante es que haya “perseguidores”, o conocidos de ellos, entre los presentes.

Llegado a este punto, es bueno hacer una pausa para ir al baño. Si alguien lo mira, preocúpese: probablemente tiene el cierre del pantalón abajo, o un resto de perejil entre los dientes. La escapada fisiológica le permitirá, además, volver a aplicar la primera parte del ejercicio, cuando al volver increpe a sus contertulios –los que vayan quedando, ya que de seguro algunos habrán huido en su ausencia- con un “me voy tres minutos y se ponen a pelarme”. A estas alturas, probablemente esto sea cierto.

El clímax de esta estrategia es combinarla con la Lección #18, invocando el karma y el equilibrio planetario que hará que todos sus perseguidores paguen lo que le han hecho. Terminada la perorata astral, siéntese a disfrutar nuevamente su preciado espacio. Y recuerde: un paranoico consumado se queda hasta el final de cualquier evento, para evitar pelambres en su contra.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Lección #35: El orgullo paterno


Tipo: Actitud
Nombre científico: Paternitas orgullosem
Nombre vulgar: Padre orgulloso

Si usted es padre –mejor aún si lo es de un solo retoño
esta lección puede ser su pasaporte a la recuperación del espacio propio. Si aún no conoce la dicha de la paternidad, no desespere: siempre podrá inventar un hijo (cuando los indeseables invasores de su espacio sean desconocidos) o recurrir a algún sobrino. Si ya es mayor, cabe incluso la posibilidad de apelar a los nietos.

Lo primero que debe hacer es recurrir a la Lección #33, centrándose sólo en hablar de su (real o imaginario) hijo. En este punto, tendrá que adaptarse a la edad del retoño: si aún es un lactante, puede alabar su belleza, lo bien que duerme –o quejarse de lo mal que lo hace, comentar sus balbuceos. Si ya es mayor, sus primeros pasos, sus primeras palabras, que ya no use pañales… cualquier cosa sirve.

Es la edad que va entre los 2 y los 5 años la más propicia para esta lección, ya que los aprendizajes se suceden uno tras otro. Es importante destacar al heredero por sobre cualquier otro niño, con frases como “es muy avanzado para su edad”, “es mucho más inteligente que los demás niños” o derechamente “es un genio”. Si puede atribuir dichas frases a profesoras del jardín infantil o colegio, al pediatra o alguna otra fuente “calificada”, tanto mejor.

Cuando ya tenga a todos aburridos con sus historias –algo que sucederá rápidamente debe usted dar el tiro de gracia. Con agilidad, extraiga fotografías del infante –si tiene algún dispositivo electrónico que se lo permita, tanto mejor y bombardee a la concurrencia con instantáneas de sus gracias, o de nada en particular. Y mientras las muestra, vaya disfrutando de su cada vez más holgado espacio personal.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Lección #34: Un poquitito insoportable


Tipo: Comentario
Nombre científico: Diminutivus adictus
Nombre vulgar: Diminutivista


Una gran manera de defender su espacio vital sin demasiado esfuerzo es la de utilizar a destajo –mientras más copiosamente, mejor- diminutivos en su discurso. Con la aplicación de este simple recurso logrará, con abismante rapidez, eliminar cualquier posibilidad de interacción.


El primer paso, por lógico que parezca, es utilizar los diminutivos. Basta con agregar los sufijos “ito”, “ita”, “illo”, “illa”, “cito”, “cita”, “cillo” o “cilla” en las palabras usadas. Temas livianos y sin mayor trascendencia son ideales para comenzar. Se sorprenderá cuando vea los efectos de, por ejemplo, contar que sólo almorzó “un platito de fideítos, porque estoy con la guatita delicadita”.


La segunda etapa requiere algo más de trabajo: debe ser capaz de utilizar los diminutivos en conversaciones profundas y trascendentales. Pruebe contando que se ha cuestionado un poquito últimamente debido a problemitas con su fe, porque Diosito no puede ser tan malito como para enviar sufrimientos a los animalitos. Logrará dar, de manera casi instantánea, una sensación de superficialidad altamente efectiva para el logro de su propósito.


Si quiere alcanzar la perfección en el uso de este recurso, tiene aún dos armas ocultas. Primero, sume a los diminutivos un tono agudo, que potencia de gran manera el efecto de las palabras. Y por último, adopte una expresión chinchosa, melosa, arrugando la nariz, entrecerrando los ojos y haciendo pequeños gestos con las manos. Si cuenta la historia de su infancia, cuando tenía “un perrito chiquitito que tenía las patitas cortitas y daba saltitos y movía la colita cuando se ponía contentito”, acompañando la narración con los ya descritos gestos y tono de voz, el efecto será letal.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Lección #33: Un tema


Tipo: Actitud
Nombre científico: Tópicus únicus
Nombre vulgar: Monotemático

Tal vez una de las más eficientes armas para quien desee espantar a quienes violan su soberanía espacial es la de imponer, a como dé lugar, un único tema de conversación. Una gran ventaja de esta actitud es que si se es riguroso y se mantiene el tema invariable a través del tiempo, luego de algunas aplicaciones actuará por sí sola, sin necesidad de repetirla.

Lo primero es elegir un tema. Ya que lo ideal es mantenerse con él a través del tiempo, es altamente recomendable ser muy cuidadoso a la hora de la elección. Algunos factores a tener en cuenta: el ideal es que sea manejado por un grupo reducido de personas, para evitar encontrarse con alguien que pueda, efectivamente, enganchar en una conversación; que se trate de algo técnico, ojalá muy complejo; que su importancia relativa en la vida de cualquier mortal tienda a cero; que tenga el potencial para desarrollarlo durante algún tiempo (no sirven los temas que se agotan en unos minutos).

Ya escogido el tema, debe lograr un mediano manejo del mismo. No se trata de llegar a ser un experto; algunos datos relevantes, un acervo mediano términos técnicos, ojalá en otro idioma (ver Lección #9) y una pose de seguridad en lo que está exponiendo serán suficiente.

Con esta base ya lograda, viene lo relevante: lograr imponer el tema en la conversación. Es importante, en este punto, no escatimar esfuerzos, trucos ni mañas para conseguirlo. La aplicación de esta estrategia depende de ello. Una vez conseguido este punto, lograr la fuga de sus contertulios será cuestión de tiempo. Lo único relevante es no cambiar de tema por ningún motivo. Si por algún motivo esta variación se produjera, deberá esforzarse para hacer comentarios que relacionen el nuevo tema con SU tópico, y apenas se dé la oportunidad, retomarlo de lleno.

Luego de algunas aplicaciones verá cómo la gente, a su llegada a algún lugar, inmediatamente escapa y su espacio vital se mantiene incólume. Una advertencia: esta lección implica un riesgo que, aunque improbable, puede ser letal: el de encontrarse con otro monotemático que comparta el tema. De encontrarse ante tan desafortunada coincidencia, se recomienda dar un rápido vuelco en su estrategia y aplicar otra de las lecciones de este Manual.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Lección #32: Sensibilidad a flor de piel

Tipo: Actitud
Nombre científico: Sensibilis extremis
Nombre vulgar: Sensible

La sensibilidad extrema ante comentarios, situaciones, historias o, en definitiva, cualquier cosa, es una actitud muy eficiente a la hora de recuperar el preciado metro cuadrado personal. Mientras más cosas diferentes sean capaces de detonar las muestras de sensibilidad, mayor será la efectividad de esta actitud.

El proceso es simple: ante cualquier comentario, historia o situación, debe comenzar a hacer pucheros, mientras sus ojos se humedecen e, idealmente, alguna lágrima cae. Si no es dado a las lágrimas, puede recurrir a la memoria emotiva: o sea, recordar episodios tristes de su pasado para inducir el llanto. Si no tiene a mano recuerdos de ese tipo, no desespere: siempre queda la opción de pellizcar disimuladamente alguna parte sensible de la propia anatomía.

Las muestras físicas de sensibilidad, aunque eficientes, no bastan. Es importante reforzarlas con comentarios que denoten la profunda tristeza que lo embarga en ese momento. Se recomienda, por lo mismo, comenzar a aplicar esta técnica con historias tristes, comentarios ofensivos hacia su persona o situaciones que pudieran afectar, eventualmente, a cualquiera. Con algo de práctica, podrá ir paulatinamente ampliando la lista de cosas que detonan su sensibilidad.

La culminación de este proceso es lograr muestras de sensibilidad ante situaciones del todo intrascendentes. Llorar ante un comentario sobre el clima, o con uno que se refiera al color de la vestimenta de una tercera persona, son prueba fehaciente de que ha logrado manejar a la perfección este arte, y garantía indiscutible de que recuperará inmediatamente su metro cuadrado.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Lección #31: Ese indescriptible aroma


Tipo: Repelente físico
Nombre científico:
Hedorus extremis
Nombre vulgar:
Oloroso


Un infalible modo de recuperar su metro cuadrado –o una superficie incluso mayor –es atacar directamente el olfato de sus interlocutores. Muchas veces subvalorado, este sentido es un canal especialmente efectivo si de espantar a los demás se trata. Además, permite varias vías de ataque: el aliento, el olor corporal –subdividido a su vez en varias subvías –y los aditivos artificiales.

Comience con un paso simple y efectivo: olvídese de las medidas más básicas de aseo personal, como ducharse, usar desodorante o lavarse los dientes. Bastará con que adopte esta costumbre un par de días antes de requerir su uso para que sea eficiente. Si se acerca la hora cero y aún no alcanza el nivel de olor deseado, siempre puede reforzarlo comiendo algo que contenga cebolla –una empanada de pino es ideal –y haciendo algo de deporte.

Una variación menos riesgosa –si lleva 2 días sin ducharse, es poco lo que puede hacer en el lugar de los hechos –es disponer de elementos que le permitan, llegado el momento, aplicar de emergencia esta lección. Un pequeño frasco bien sellado, que contenga una simple preparación de cebolla y ajo, puede salvar la situación. Bastará con que se retire subrepticiamente a un baño e ingiera una cucharada, para volver a disponer en breve de su espacio personal. Otra opción es restregarse bajo los brazos y en otras zonas algunos bivalvos, previamente desconchados.

Una última opción, igualmente efectiva, es la de los olores artificiales. Paradójicamente ideados para dar buen aroma a personas o ambientes, rociar un poco en su cuerpo puede ser el pasaporte al éxito. Basta con que la elección del olor sea la adecuada. Mientras más rebuscado el nombre, mayores son las probabilidades de éxito: frescura glaciar, espíritu joven, brisa polar, caricias de algodón y bosque de bambú son una carta segura.

Si quiere asegurar el éxito en poco tiempo, acople dos o más de las opciones antes descritas: el aliento a cebolla y las axilas con olor a marisco, por ejemplo, es una combinación difícil de superar.

martes, 18 de agosto de 2009

Lección #30: Yo no vengo a vender…

Tipo: Comentario
Nombre científico: Vendedoris empedernidus
Nombre vulgar: Vendedor

Tener siempre a mano algún artefacto, producto o servicio que vender ante un inocente comentario ajeno puede ser una gran manera de librarse de quienes invaden su sagrado espacio.

El primer paso en esta lección es elegir un bien –puede ser también un servicio- para ofrecerlo a sus interlocutores . Productos para adelgazar, seguros de todo tipo, productos bancarios o financieros de diversa índole y cualquier tipo de coaching o curso de autoayuda son muy eficientes a la hora de espantar a quienes lo rodean. Ya verá cómo, luego de un poco de práctica, logra introducir su oferta en cualquier conversación, independiente del tópico tratado.

Una segunda etapa de desarrollo requiere de cierto apoyo físico. El merchandising es altamente efectivo, por lo que si utiliza y/o reparte chapitas, lápices, llaveros o autoadhesivos del tipo “¿Quiere bajar de peso? ¡Pregúnteme cómo!” tiene grandes posibilidades de triunfar en su misión. Si ha decidido ofrecer algún servicio, puede apoyarse con tarjetas de visita. Cuanto más rebuscados sean los colores, tipografías e imágenes usadas, tanto mejor.

El último recurso –utilícelo solo si los demás no han surtido efecto, algo altamente improbable –consiste en tener siempre a mano muestras del producto. Un simple “prueba esta pastilla” o “toma una cucharada de este concentrado de raíces del Amazonas para bajar de peso”, mientras extrae el producto en cuestión de entre sus ropas, garantiza la inmediata estampida de quienes lo rodean. Si se ha decantado por ofrecer un servicio, la alternativa es simple, aunque igualmente eficiente: presione a su interlocutor con un formulario de inscripción, contrato tipo o cualquier otro documento, para que se inscriba en su “revolucionario programa”. Ya verá cómo, por arte de magia, dispone nuevamente de su preciado espacio.