
Tipo: Repelente físico
Nombre científico: Fluitus expeletor
Nombre vulgar: Escupidor
Escupir mientras se habla puede ser una eficiente manera de alejar a cualquiera que se le acerque demasiado. Pero cuidado: la saliva no debe salir a mansalva y sin control. El escupidor debe lograr un manejo eficiente de sus fluidos.
Como toda destreza adquirida –si es un escupidor innato puede saltarse esta parte– sólo la práctica hace al maestro. Lo aconsejable es poner un blanco y practicar hablándole mientras se le escupe. Puede ser una toalla o una prenda de vestir, ojalá blanca. Es recomendable también comer betarragas, jugo en polvo rojo o cualquier otra sustancia que tiña la saliva, lo que facilitará la constatación de sus avances.
Luego de algún tiempo de práctica, logrará lo buscado: escupir al interlocutor aunque se encuentre a un par de metros de distancia. Imprescindible es hacerlo de manera soterrada. Nada de escupitajos evidentes, ni de aspavientos al mojar a quienes lo rodean. El maestro salival opera sin que se le mueva un pelo. Como si fuera lo más normal del mundo, deja a todos empapados. Hasta que huyen, por supuesto.
Nombre científico: Fluitus expeletor
Nombre vulgar: Escupidor
Escupir mientras se habla puede ser una eficiente manera de alejar a cualquiera que se le acerque demasiado. Pero cuidado: la saliva no debe salir a mansalva y sin control. El escupidor debe lograr un manejo eficiente de sus fluidos.
Como toda destreza adquirida –si es un escupidor innato puede saltarse esta parte– sólo la práctica hace al maestro. Lo aconsejable es poner un blanco y practicar hablándole mientras se le escupe. Puede ser una toalla o una prenda de vestir, ojalá blanca. Es recomendable también comer betarragas, jugo en polvo rojo o cualquier otra sustancia que tiña la saliva, lo que facilitará la constatación de sus avances.
Luego de algún tiempo de práctica, logrará lo buscado: escupir al interlocutor aunque se encuentre a un par de metros de distancia. Imprescindible es hacerlo de manera soterrada. Nada de escupitajos evidentes, ni de aspavientos al mojar a quienes lo rodean. El maestro salival opera sin que se le mueva un pelo. Como si fuera lo más normal del mundo, deja a todos empapados. Hasta que huyen, por supuesto.